Las enfermedades cardiovasculares, responsables de 17,9 millones de muertes anuales, se mantienen como la principal causa de mortalidad a nivel global. Pero un nuevo villano emerge en las sombras: la falta de sueño. Desde infartos hasta cáncer, pasando por accidentes mortales, la ciencia revela que dormir poco es una bomba de tiempo biológica.
El corazón bajo asedio
Un estudio de la Universidad de Uppsala (Suecia), publicado en Biomarker Research, afirma que tres noches de sueño insuficiente (4 horas diarias) pueden desatar una tormenta molecular en el cuerpo. Al analizar a 16 jóvenes sanos en un laboratorio, los investigadores descubrieron un aumento alarmante de proteínas vinculadas a inflamación arterial, insuficiencia cardíaca y riesgo de fibrilación auricular.
Lo más inquietante es que estos biomarcadores, típicos en adultos mayores con enfermedades crónicas, aparecieron en individuos jóvenes y sanos, como si el sueño escaso acelerara invisiblemente el reloj biológico. El ejercicio, aunque beneficioso, no es un escudo infalible. Mientras la actividad física aumenta proteínas protectoras incluso en condiciones de falta de sueño, estudios previos del mismo equipo demostraron que entrenar sin descanso adecuado sobrecarga las células cardíacas.
Caos metabólico
Pero el corazón es solo la punta del iceberg. Una noche de sueño parcial ya altera la sensibilidad a la insulina en personas sanas, según un estudio de 2010, creando un caos metabólico similar al de la diabetes. En 2023, otro hallazgo agregó un giro preocupante: mujeres que perdieron 1,5 horas de sueño durante seis semanas desarrollaron un 14,8 % más de resistencia a la insulina, cifra que escaló al 20,1 % en posmenopáusicas.
La situación empeora con la 'paradoja del hambre'. Tras una sola noche en vela, nueve hombres sanos experimentaron un aumento del 22 % de grelina, la hormona del apetito, y duplicaron su sensación de hambre. Este desequilibrio hormonal, combinado con niveles estables de leptina (la hormona de la saciedad), convierte el sueño insuficiente en un cómplice invisible de la obesidad.
Matthew Walker, neurocientífico y autor de 'Por qué dormimos', lleva la advertencia más lejos: "Cuanto menos se duerme, menos se vive". Walker sostiene que dormir menos de ocho horas por noche puede dañar gravemente la salud a largo plazo y, en algunos casos, incluso provocar la muerte.
En 2019, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificó el trabajo nocturno como "probablemente cancerígeno" debido a la alteración crónica del ritmo circadiano, común en turnos rotativos.
Más allá del cuerpo
Un análisis de la Fundación AAA para la Seguridad en el Tráfico de EE.UU. reveló que la conducción somnolienta contribuyó a casi 30.000 muertes a causa de accidentes de tráfico en el país norteamericano entre 2017 y 2021, de ellos, 6.700 en el último año analizado. El peligro se debe a que los conductores a menudo calculan mal sus niveles de agotamiento hasta que ya están en la carretera, lo que aumenta los riesgos para sí mismos y para los demás por los tiempos de reacción retardados y enfoque deteriorado.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. revelan que más de un tercio de los adultos estadounidenses duerme menos de siete horas, alimentando una epidemia de enfermedades crónicas que podrían prevenirse. Cada hora de sueño perdido, advierten los científicos, es una deuda que el organismo cobrará con intereses: inflamación, caos metabólico, riesgo de cáncer y accidentes evitables.